La última, de grandes hazañas.


Dejó marchar todo,
A sí mismo, así él,
Había perdido.

No encendió nunca
La llama de su vela
Para ser descubierto,
Para ser encontrado.

Ni pensó el instante,
Ni tampoco el ayer.

Dejó de escribir,
Dejó de amarla,
Y con ello se quedó
Sin alma, sin vivir.
Colgado.

Se secó la tinta
Que tanto amó.
Cada pluma, cada verso,
Había parado de latir.

Y sufrió, claro está,
Que en su reino, sufrió.
No halló respuesta, 
No encontró solución.
Pero ella aprendió
Que sólo los poetas
Tienen ese corazón.






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