Apenas me habló,
Y ya me dio más pelotazos
Que cualquier otra mujer ajena
Que, por zángano,
Me hubiera invitado a su colmena.
Mi buen amigo me decía;
Ten cuidado, no te fíes,
Que esas te vuelven loco
Si tú con ellas te ríes.
Y no era para menos,
Si se vino paseando
A cuatro zagales
Que a mirar se acercaban.
Pobres de ellos, pensé,
Porque me la llevé del bar,
Y ella, astuta, ni se enteró.
Pero no, creo que otra vez,
Acabé perdiendo yo.
La cogí del brazo,
“No me llames nena”,
Me dijo molesta,
Y yo pensando
Que estaba en su cesta.
Es lo que nos pasa,
A nosotros, los piratas;
Que no tenemos vergüenza.
Más que un barco me llevaba,
Que ni cuarenta ladrones a bordo
Robaban más que ella.
Y sí que estaba inquieto:
Me perdí por callejones,
Que por vino no recuerdo,
Me atraganté conversaciones
Y por no decir me muero,
Me calló con un beso.
Ahí te juro, que no era yo,
El más nervioso de los dos.
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