Una bala para el mundo


UNA BALA PARA EL MUNDO

Siempre me había preocupado mi capacidad para cambiar. En toda su expresión. Preocupación por cambiar un pensamiento. Una opinión. Un gusto. La manera de ver las cosas. La sociedad nos enseñó todo lo contrario, nos hizo pensar que debíamos de tener una idea clara. También nos adiestraron a defenderla ante cualquier impostor que nos quisiera desmantelar el oficio.

Me pidieron que fuera fijo y fiel a mi palabra, a mi ideología. Bueno, quizás, a la suya. Si no lo conseguías, llevarías siempre el atuendo del fracaso. El de ser una persona no competente para sus credenciales. En definitiva, otro perdedor.

En un día como hoy, me pregunto: ¿Merece la pena proteger una idea? Quizás me perdí buscando por la izquierda y la derecha. Quizás intentando encontrar mi escudo, mi emblema o mi bandera. Mi situación, mi profesión, mi vivienda, incluso me extraviaría haciendo caso omiso a mis sentimientos.

Para mí siempre fue algo volátil. Una idea, según las circunstancias, debe transformarse.  Algunas eran como esa partícula que te entra en el ojo y hasta que no consigues sacarla de ahí, no puedes hacer otra cosa que rascarte con el dedo.  Unas no encajaban. Otras, en cambio, si eran más o menos estables, pero nunca parecía ser tan estáticas como lo era en otras personas que tuve el desplacer de conocer. Inmóviles como si tuvieran su vida ya escrita. Como si no fueran dueños de su camino, de sus futuras aventuras, de las riendas de su vida.

Por ese entonces, aún me seguía preocupando mi capacidad para cambiar. En limpiarme los ojos para ver mejor. Tuve la gratitud de ser una persona abierta y ver más allá de mí. Más que la gratitud, tuve el coraje de intentarlo hasta que lo conseguí. Mi idea la puede cambiar otra persona, empleando lógicamente sus argumentos para refutar lo que yo pienso. Darte cuenta de tu error, saber que había una teoría mejor, una forma preferible. Aprendí a reiterar mis procedimientos hasta llegar a la conclusión exacta. Yo también he sido cabezón. También me creía que siempre llevaba la razón.

Una persona sensata se forma y se construye desde la educación, el respeto y la tolerancia. El día a día en una tan sociedad tan enferma hace desequilibrar las mentes débiles, pero nunca debes de acomodarte a una sola doctrina. Deja que tu mente se coma el mundo. Que te exploten ideas nuevas en tu cabeza para abrir desde dentro tu conciencia.  Piensa y razona para activar cada una de las neuronas que te quedan. Ínflate de conocimiento, concepto, poesía y metáfora. Sé un pagano lector y deja que tu mente grite libertad.

[…]

¿Por qué definirme antes de comenzar la partida? ¿De ponerme un traje de comunión antes de pensar lo que significaba? ¿De elegir lo que me gustaría? ¿Y lo que no? ¿De estudiar algo que quisieran mis padres? ¿Por qué iba a definirme, si yo ahora, en los veintitantos, sigo conociéndome?

De una forma holística, pensé en nuestro planeta. No hay razón artificial ni natural que rechace que es libre, que es dinámico. No hay mejor definición que te pueda dar él, que cambia, se mueve, sus ecosistemas se transforman, las mareas suben y bajan, los ríos se secan, el agua se evapora, las nubes se forman, las especies evolucionan, las piedras metamorfizan y, oye, las ranas también. Qué triste y aburrido seria todo si nuestro planeta nunca cambiara. Entonces pensé que yo sería mejor así: Dando tantas vueltas como él.

Otra típica pregunta: ¿Qué quieres ser de mayor? No saben cuánto detesto ese afán de adoctrinar a los más pequeños. Esa ansia de predefinirlos. De implantar una idea errónea en su esponja mental cuando no tienen capacidad autocrítica. ¿Cuál es tu color favorito? Cuando ningún niño es de un solo color.

¿Cuál es tu lugar en el mundo? Decían. Y nosotros, como tontos, lo buscábamos. Millones de personas intentando encontrarlo. Dándole un sentido a su existencia. Yo no tenía ninguno y menos en esta sociedad. No quería ser como una planta, fija al sustrato. No quería unos pensamientos inmóviles. La pregunta correcta seria: ¿Por dónde te mueves en el mundo? Ya que es muy seguro que, mañana, yo esté en otro lugar, escribiendo algo diferente.

[…]

Casi todo el mal de nuestro mundo es provocado por la ausencia de objetividad. Mucha gente no ve más allá de su pensamiento, de su software instalado. Tienen un virus que no les dejan instalar programas nuevos mucho más actualizados. Aquel PC viejo que no renovaste, ya no funciona. Han pasado más de diez años y no le cabe más información. Es hora de que compres un disco duro nuevo. Es la hora de actualizar tu sistema operativo. Lo hiciste siglos tras siglos. Milenios tras milenios. Es hora de cambiar. De evolucionar.

Quiero reiterarme y hacer hincapié en esto: Hace falta la rectificación en nuestras mentes y, sobre todo, en el momento preciso. Hay que asumir que te habías equivocado o que, simplemente, son diferentes conceptos los planteados. Esa la clave para comprender desde una persona hasta una trivial conversación sin importancia.

Acuérdense de los que defendieron su religión y mataron por ello. ¿Vale la pena defender esa idea? Y luego podemos hablar de política, para echar leña al fuego. Aquí sucede lo mismo. Lo de yo pertenezco a un bando y lo defiendo, y no es refutable lo que digan otros, aunque, incluso, tengan buenos argumentos para contradecirte. Aunque unos hagan las cosas bien. Aunque lo hayan hecho mejor que nosotros. Nunca vamos a reconocerlo. Siempre va a ser peor el culo de otro.

Somos tan inútiles de seguir creyendo en un mundo volátil, de creer en palabras, en una imagen, en una etiqueta, en vez de dedicarnos a lo que realmente importa, a lo más importante en esta vida que son los hechos. Y eso no se valora. Más de dos mil años de la teoría y la gente aún no sale de la caverna de Platón para mirar al exterior. Viven de ilusiones abstractas en vez de agarrarse a la realidad. A lo concreto. Al mundo lógico, al mundo real. Yo pondría las manos en el fuego que, en este momento, ganaría el político que promete poner cien árboles que el que con sus manos ha puesto veinte.  No le pidas un unicornio a Dios, que la madre tierra ya te dio un precioso caballo.

Cuando hablo del mundo, no me refiero al planeta, sino a nuestra sociedad, a nuestra manera de vivir. El cómo y cuándo. La vida humana que hemos inventado. Esa que nos venden nada más crecer. A nuestro nicho, a nuestra función. Nuestra pieza para completar su maldito puzle.  ¿Cuántas buenas ideas habrán muerto por el camino? ¿Y a cuantos han matado algunas de ellas? Nuestra vida trata de la forma que tengas de verla. Cualquier animal no puede hacer eso. Cualquier animal puede aprender algo, pero no puede cambiar su forma de ver las cosas, su forma de vivir, su forma de pensar. No puede cambiar el mundo que le rodea. Pero tú, sí. Tú puedes reflexionar el porqué.  Puedes cambiar una idea por otra. Por una mejor.

Cada uno elegimos nuestro papel, nuestro rol. No importa cuando.  No importa el lugar. Importa que el cambio sea un hecho. Y ahora, dime: ¿Prefieres ser una diana o una bala para el mundo?


Iván Rafael Navajas Ruiz-Coello


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