Grandes heroicas hazañas I


Tiempos tan extensos, tan efímeros y ahora tan extraños. Navegaban en un mar flemático que golpeaba intensamente la vehemencia de dos almas, uniéndolas como una sola llama en el más eterno de los fuegos.

Aquella noble travesía continuaba su trayecto, hasta el día cuando el rencor de las tinieblas, su máxima sicaria, se interpuso en el camino, dejando el rastro que deshizo el hechizo que nos unía.

Derramada fue, la más pura de las sangres.

Lo único que realmente amé en esta tumba a la que llaman vida, se desvanecía en mis manos como las estrellas en la mañana, que marchitan lúgubremente al ver despuntar el día.

¡Ay, presa de los vientos!
Traes tus cantares contigo,
Intentos de colmar de alegría,
Sin vileza y sin éxito,
La tragedia que allí me destruía.

¿Por qué razón , mísera? Me arrebataste el sustento de mi vida, el agua de nuestras venas, ríos tristes, que ahora lloran al perder su cauce. Envidia donas al ser que fragmentas, Muerte: Tú no morirás sola.

Dicen que los años erosionan y encubren las heridas. Son los mismos que nunca podrán enterrar un dolor, afilada esquirla en alma, surgido al perder lo que ahora estancia en un abstracto recuerdo de la persona que llenó de bosques la tundra, de altas hierbas las praderas  y de agua dulce los océanos del gran desierto, antes corazón, de mi moribundo y vacío cadáver.

Vagando está sin vela, sin rumbo, en una vida que ya no es suya.



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