Horas antes me había despertado de madrugada, gritando
despavorido en mi cuarto sin ninguna razón lógica. Era agosto pero el frío se
cernía sobre mí como una gruesa capa de hielo anclada a mis huesos. Pánico, fue
lo que únicamente podía percibir en cada suspiro de aire que tomaban mis
pulmones. Un Inmenso terror recorría lentamente todos los cauces de mis venas. ¿Qué me ocurría?
¿Que era aquella sensación? ¿Qué querían de mí? No lo sé, pero simplemente
presentía que algo fuera de lo común estaba sucediendo. Fue como un pequeño mensaje, un aviso de lo
que más tarde iba a suceder. Tal vez ese fuera el comienzo, o quizás nunca lo
sabré.
Tras despertar de esa brusca manera, mi abuelo fue a
socorrerme tras oír el escándalo que formé en aquella habitación. Dijo que
había tenido una pesadilla, pero nunca había visto una con tanta fuerza para
sacar de la cama a un joven ya criado como su nieto. Pero yo sabía sin
comprender, que era algo más que un simple mal sueño. Transcurrieron unos pocos
minutos y mi cuerpo se desvaneció en el aire como una pluma que cae al suelo.
Volví a recobrar el conocimiento y me encontraba en la cocina donde mi abuelo
me condujo para beber antes de desmayarme. Mi abuelo me había cogido al vuelo,
antes de que me golpeara contra el suelo. Quién diría que este anciano, con sus
setenta y cuatro años, iba a tener semejantes reflejos y fuerza para lograr que
mi cabeza no castañease contra el pardo parquet de la cocina.
[...] Continuará...
No hay comentarios:
Publicar un comentario