No le vencieron los ejércitos de la astuta Francia. Ni si
quiera el gran lobo, ni siquiera el ardiente Sol que hacía arder su pálida piel.
¿Quién? Eso se preguntan.
Fue el Fantasma, que aparecía en cada instante, en cada
noche, en cada esquina y se hacía llamar Recuerdo. Memorias de una época, de
una vida y de una ilusión enterrada.
Él solo quería volver donde una
vez se sintió vivo, en aquella historia donde el cazador era cazado y el cielo
era cada día más azul. No eran lágrimas las que se desbordaban de sus ojos en
cada luna. Era Sangre.
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