El ser errático



El Humano aprendió de muchas de sus debilidades. Un ser que, a pesar de sus pasajes erróneos en su evolución, pasó de un número reducido y casi extinto, a colonizar un planeta entero. Hace mucho tiempo, la inteligencia nos cautivó excesivamente. Tanto que incluso nos contradecimos e injuriamos nuestros propios actos. En cambio, el león no se siente culpable cuando mata a la gacela.


Incluso a veces, nuestros errores no nos importan. La inteligencia trae consigo gérmenes tales como el egoísmo, la crueldad y la avaricia. Eso mismo, pensar. Quizás en la vida no pensamos lo suficiente y luego nos arrepentimos, porque siempre podemos elegir el camino correcto. Pero antes hay que detenerse e intentar visualizarlo.



Hacemos daño, quizás sin darnos cuenta o por mera satisfacción. Olvidamos lo bueno y recordamos la oscuridad. Intentar alejarse de los propios fallos de nuestra inteligencia es sin duda, aún más agradable que sucumbir a ellos, pero sin embargo, solemos cargar con la piedra que aparenta menos peso. Si aprendimos a controlar el fuego, el mundo y el espacio… ¿Cuando aprenderemos a controlar nuestros sentimientos?



El gran tiburón blanco sigue siendo el mismo desde hace milenios. Es un ser, indudable, casi perfecto. No obstante, nosotros somos seres erróneos y dinámicos. El hombre tuvo la necesidad de levantarse y caminar sobre sus piernas. Quería ver lo que tenía delante: Un mundo por conocer. Desde ese día nunca miramos hacia atrás y aprendimos que debíamos mirar siempre hacia el horizonte. Eso nunca, nunca lo debemos olvidar.








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