¿Quién soy? Fácil pregunta para tan compleja respuesta. Nunca respiré para determinarme. Vivo aferrado a la vida y, algún día, apostará por mí. Es ella quien rige el camino, no mi persona. Yo soy sus consecuencias, sus virtudes, sus pretéritos, las piedras del camino en el que habito.
No soy el de hoy, ni tampoco seré el de ayer. Un día fui y al siguiente dejé de serlo. No soy el bulevar ni tampoco el transeúnte. Como tú, también perdí mis botas en el trayecto. Vine a éste lugar por el mero hecho de conocer, disfrutar, cambiar, saborear e inventar.
Soy el placebo de mis circunstancias, el dueño de mis casualidades. Quien arrastra el agua al mar y empuja la brisa que hace navegar el velero, es mi verdugo. No soy indefinido pero, aun así, mi ser no se delimita. Y menos con tan solo palabras.
La pregunta apropiada sería quién era y cuándo dejé de serlo. La totalidad permuta en cada instante. El presente siempre muere y se sumerge en ese abismo al que algunos llaman pasado. Pero no somos conscientes o quizás no queremos darnos cuenta.
Quien soy no yace en mí, está delante de mis píes. Pero aún no está inventado. Cómo aquel libro que nunca terminaste de escribir. Esa sería una buena respuesta.
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