Principio y Final


Sé que nunca te escribí,
que no se inspiró el poeta,
Que a veces, en la tristeza,
En la discordia, habita en mí.

No era culpa tuya,
Yo te quería, sé que sufrías,
Pero tú no lo sabías.

Dejé de escribir
Y en latencia estuve.
No por hacerte reír,
No por eso, te juro,
Sino porque en el fondo,
Solo me hacías feliz.

De la manera más simple,
De la forma más fácil.
Tuvimos el tiempo, el lugar,
Nos hicimos, nos tomamos,
Nos amábamos.

Solo escribo cuando muero,
Cuando me falta, cuando pierdo algo.
No me inspiré, no me hacía falta,
Simplemente te vivía, a tu lado.

Sumergido en la realidad,
Alejado de la metáfora,
Del pensar, lo necesitaba.
No podría escribirte:
Algo tan bonito
Nunca pudo ser escrito.

[…]

Y después,
Nos engañábamos.
Queríamos llenarnos,
Pero no teníamos,
No podíamos.
Se nos acabó la llama,
y sólo quedaban cenizas:
donde vivíamos, donde estábamos,
mientras esperábamos 
que nos arreglara el tiempo.

Vacíos pero limpios.
Nos habíamos curado,
Nos habíamos ayudado.
Nos hicieron daño;
Nos sanamos.

Aquel Don Juan nos dio
Lo que necesitábamos:
Alguien con quien estar
En lo que dura la tormenta,
En lo que dura el agua y la arena,
Que nunca es eterna.

Te escribí en el comienzo,
Y ahora te escribo el final.
Ya se apagó la hoguera,
Ya se apagó nuestra historia,
Esa que una vez encendimos,
Tu y yo,
Aquella noche junto al mar.


Gracias.


[24 de junio, la noche de San Juan]


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