El amor es ciencia. Es volumen. Es densidad. Y tu corazón, un simple vaso de cristal. Si lo llenas una vez,
necesitarás otro líquido más denso, más pesado y más profundo para que puedas
sacar el primero cuando se pudra. Es por eso que cada vez te
vuelves más exigente, más duro y quieres algo más. No necesitas un amor nuevo. Necesitas
uno con mayor densidad. Uno con la suficiente intensidad para reemplazar el anterior.
Si juegas con agua, debes de
saber que es volátil. Al final se evapora y te darás cuenta de que pierdes el
tiempo. Que solo llenaste tu vaso de gas. Por eso, intenta siempre encontrar el
mercurio. Algo que pese. Que se asiente y se haga oro en el fondo de tu vaso. En el fondo de
tu vida.
Procura no calentarlo demasiado, ni enfriarlo rápidamente, ya que hasta el más duro de los cristales también
se rompe. Procura no forzar un aceite a ser hierro y, sobre todo, no hagas lo
contrario. Porque no hay vaso más triste que el que se arrepiente por derramar lo que más lo llenó.
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