No es que esté loco o enamorado,
Si es que tus palabras se esconden detrás de las mías
y me acechan cuando duermo.
¡Y me hablan! Tus palabras hablan en mis sueños.
No dejan viva una coma, un punto o un silencio.
Y cuando escucho tu voz, en los recovecos de mis oídos,
Ahí se queda, esperando, esperando a que la mime
Con paños de lana y seda para que no se calle.
Y con tu linda piel, que no es de cuero y es mejor
Que cualquier acero, me cubro en ella y ya no muero
Ni por la daga de un tirano ni por la flecha de un cupido.
Toco el aire, incluso despierto, dibujando la forma de tus
piernas
Encajándose en mi cintura, como un vil encaje de ternura,
Que añoro más que mi vida y no menos que el aroma de tu pelo,
Desprendiéndose en el viento que mis pulmones respiran.
Más me sabe tu aliento, que como un elixir de bruja, me
recorre
La garganta y me escuece por dentro si te doy un beso,
Dos o tres, pero no más, que entonces de verdad ya muero
Y ni tu piel ni mis deseos pueden hacer arder ese veneno.
Tu cuello, el sostén de tu sonrisa, que más puedo decir,
Si de día y de noche treparía con mis labios esa torre
Para llegar a tu mandíbula, robar la comisura de tus labios,
Huir y refugiarme en la sombra, detrás de tus oídos.
Y tus ojos… ¡Ay, tus ojos!
!Tus ojos me diluyen!
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